martes, 31 de marzo de 2015

I




Y jugué con ella como me pidió. Pero para explicaros la historia de Astoria debéis saber un poco de su pequeño universo.

El reino de Astoria no era demasiado peculiar. Se encontraba entre montañas, en un valle frondoso que aparentemente estaba aislado de las demás civilizaciones pero al que llegaba información de todos los rincones del planeta. No era un reino demasiado grande,  pero estaba bien protegido y dirigido gracias al monarca, el padre de nuestra protagonista. Eso convierte a Astoria en la princesa y futura heredera, pero es un tema demasiado delicado. 


El valle era sin duda un lugar idóneo para vivir, las guerras de los últimos años no lo habían alcanzado de forma directa aunque hubiesen repercutido en el abastecimiento. Si no ibas expresamente a visitar el reino, seguramente no encontrases el valle. El valle era completamente verde, solía llover en invierno y otoño pero cuando comenzaba, el calor a mediados de la primavera, el sol tomaba protagonismo. Fuera de las murallas estaba rodeado de árboles frondosos y en el interior de los muros podías encontrar incluso una pequeña laguna en la que se refrescan los jóvenes en las tardes de verano después de trabajar. Tiendas, talleres, panaderías, campos de cultivo,... Todo tenía su lugar en el remoto reino de Stardust. 

Astoria tenía 15 años cuando la conocí, parecía más una niña que la adolescente que teóricamente era. Siempre tenía la melena rubia enmarañada, formada por ondas que se quedaban a medio camino de convertirse en rizos, sus ojos eran de un color inespecífico, pero muchos se atreverían a decir sin dudar que eran grises. Era una chica de sonrisa incansable y mejillas sonrosadas que encajaban perfectamente en su rostro redondeado de líneas delicadas. Por aquel entonces siempre tenía heridas en las rodillas y arañazos en las mejillas, pero era fuerte y testaruda. 

Siempre buscaba aventuras y recorría las murallas con su espada de madera al cinto. Ella no quería ser princesa de nada, quería buscar a un dragón y cazarlo. Desde bien pequeña había soñado con los dragones, pero convirtió aquel defecto en una virtud. No temía a los dragones, quería encontrarse con alguno y vencerlo para así convencer a su padre de que ella podía encargarse del ejército.  

Su vida comenzaba y acababa en las murallas de aquel castillo, aunque se sentía un poco incomprendida. Las chicas de su edad ya no querían jugar, solamente tejían y hablaban de los chicos del reino. Fue por ello que Astoria se cortó el pelo como un chico, para poder entrenar a la espada con sus amigos sin que estos se diesen cuenta de que era ella. Era un plan genial, hasta que su madre que paseaba por el patio la vio y la reconoció. Cuando intentó explicárselo a su madre solamente obtuvo una buena regañina de su parte, todo el mundo sabe que las buenas damas no llevan el pelo como un mozo de cuadras. 

Todo era normal, pequeños actos de rebeldía, pero nada verdaderamente importante que mereciese la pena señalar. El día que yo vi por primera vez a Astoria, estaba hecha un pequeño ovillo en la esquina de su habitación en el palacio rezando. Temblaba como un cabritillo, asustada porque no podía salir de su habitación debido al fuego, y ella, que siempre había querido enfrentarse a un dragón, se había acobardado y era incapaz de vencer a aquel que se encontraba sobrevolando Stardust. Un enorme ejemplar de escamas rojizas que había hecho prender los alrededores del castillo y diversos barrios de la ciudad. La ciudad del polvo de estrellas estaba en llamas.


jueves, 19 de marzo de 2015

DESEMPOLVANDO A ASTORIA



Nada me convencía aquella noche de primavera. Escribía, borraba, volvía a escribir y volvía a borrar, y así pasaba la tarde. Había perdido aquel pequeño don sin desarrollar de la escritura, y me odiaba por ello. Me había prometido hacía años que no iba a dejar de escribir, pero lo había hecho. Revisaba las fichas de todos los personajes que había ido creando hasta que un nombre captó toda mi atención: “Astoria”. Sonreí ampliamente, ahí estaba ella.

Si escribís  comprenderéis cómo me sentí. Hay personajes que no desaparecen nunca de tu cabeza, se convierten en una pequeña parte de ti y cuando se empolvan en la memoria algo se adormece en tu interior. Astoria era mi niña. Era el fuego de mis enfados, era mis ganas de correr bajo la lluvia, mis pies descalzos bailando una mañana de domingo por el salón, el brillo en mi mirada y la melodía en mi risa. Quizá no era mi mejor personaje, y no estaba del todo pulida, ni tan siquiera tenía historia, pero significaba mucho para mí.


Aquella noche Astoria volvió a jugar en mis sueños y me pedía ir a cazar fugaces, retomarla, jugar con ella y ayudarle a capturar todos los dragones del reino. Estaba enfadada pero lo disimulaba muy bien, sabía que si yo no la desempolvaba su reino sería abrasado por el fuego de dragón.