“La
vida es injusta, princesa.
Cualquiera
que diga lo contrario
trata de venderos algo.”
La princesa prometida.
1 de octubre 2016.
Miraba la
película concentrada con la cabeza apoyada en el regazo de Lena. Había puesto La
princesa prometida otra vez, sabía que no podía negarme a verla, la labia de
Westley me había conquistado desde el primer momento.
—
Como
desees— decíamos Lena y yo a la vez que Westley, y ella siempre me miraba de
reojo para cerciorarse de que estaba bien. Era como una hermana mayor para mí,
habíamos crecido juntas y aunque a veces discutiésemos como un matrimonio
siempre estaba ahí, siempre había estado, y agradecía que no se hubiese ido. A
veces era demasiado sobreprotectora, casi más que mi madre, pero no podía
enfadarme con ella, sólo quería protegerme y que estuviese bien.
Suspiré
profundamente y ella apartó la mirada del duelo entre Íñigo Montoya y el pirata
Roberts.
—La princesa está
triste, ¿qué tendrá la princesa? Los suspiros se escapan de su boca de fresa—
comenzó a recitar haciéndome sonreír. Negué con la cabeza y le tiré un cojín.
—Eres una
estúpida, deberías estar estudiando astrofísica para tu parcial y no viendo La
princesa prometida aquí tirada.
Puso los ojos en
blanco y bufó:
—
Pero
vamos a ver, Genoveva —la fulminé con la mirada al pronunciar mi nombre
completo—, he nacido para ser astrofísica, la astrofísica debería estudiarme a
mí.
Y dicho aquello
se levantó con excesivo dramatismo del sofá, apagó la televisión y se fue.
—Gracias, no lo
estaba viendo— grité irónicamente para que me escuchase desde su habitación.