domingo, 4 de junio de 2017

AS YOU WISH

“La vida es injusta, princesa.
Cualquiera que diga lo contrario
 trata de venderos algo.”
La princesa prometida.

1 de octubre 2016.

Miraba la película concentrada con la cabeza apoyada en el regazo de Lena. Había puesto La princesa prometida otra vez, sabía que no podía negarme a verla, la labia de Westley me había conquistado desde el primer momento.  

            Como desees— decíamos Lena y yo a la vez que Westley, y ella siempre me miraba de reojo para cerciorarse de que estaba bien. Era como una hermana mayor para mí, habíamos crecido juntas y aunque a veces discutiésemos como un matrimonio siempre estaba ahí, siempre había estado, y agradecía que no se hubiese ido. A veces era demasiado sobreprotectora, casi más que mi madre, pero no podía enfadarme con ella, sólo quería protegerme y que estuviese bien.

Suspiré profundamente y ella apartó la mirada del duelo entre Íñigo Montoya y el pirata Roberts.
—La princesa está triste, ¿qué tendrá la princesa? Los suspiros se escapan de su boca de fresa— comenzó a recitar haciéndome sonreír. Negué con la cabeza y le tiré un cojín.
—Eres una estúpida, deberías estar estudiando astrofísica para tu parcial y no viendo La princesa prometida aquí tirada.

Puso los ojos en blanco y bufó:
   Pero vamos a ver, Genoveva —la fulminé con la mirada al pronunciar mi nombre completo—, he nacido para ser astrofísica, la astrofísica debería estudiarme a mí.

Y dicho aquello se levantó con excesivo dramatismo del sofá, apagó la televisión y se fue.
—Gracias, no lo estaba viendo— grité irónicamente para que me escuchase desde su habitación.

sábado, 1 de abril de 2017

ESTRELLAS

20 de febrero 2014.

—Jota, — murmuré nada más descolgar el teléfono, no esperé que respondiese— llévame a un sitio donde pueda gritar. — No hizo falta que dijese nada más, sabía que lo necesitaba.
—En 10 minutos estoy allí—y colgó.
Miré mis pies descalzos y apreté los puños. Estaba sentada en la cama a oscuras, había dejado el vestido negro tirado en el suelo. Tenía cortes en los muslos, producto de mi desesperación, y magulladuras en las rodillas de tirarme al suelo. Jota iba a venir a por mí, tragué saliva y tomé la primera camisa de mi armario que encontré y unos vaqueros. El tiempo transcurría con gran rapidez o a cámara lenta, no había término medio en aquellos momentos.
Esperé en el porche en silencio hasta que llegó en su Golf blanco lleno de abolladuras, aunque él decía que el noventa porciento de las heridas de guerra de aquel coche las había hecho Ene, su hermana mayor. Ocupé el asiento del copiloto en silencio,  intentando fundirme con la tela de este y cerré los ojos aguardando aquellas palabras que sabía que diría.
—¿A dónde señorita? — sonreí aliviada cuando preguntó.

—A las estrellas— respondí como de costumbre, necesitaba saber que aquello no había cambiado, pero aquella noche lo hizo. Todo cambió.