¿De verdad pensabas que todo aquello con lo
que bromeabas no me iba a hacer daño? ¿Pensabas , y sé sincero, que todo esto
no me afectaba? Sabías perfectamente que cada palabra que se escapaba de tus
labios, dejándose llevar como una hoja recién caída un árbol, que todo lo que
tú dijeses me iba a importar y me iba a marcar para bien o para mal.
¿Tonterías, dices? ¿estupideces y sinsentidos?
Se nota que no me conoces.
Pensabas conocerme, pero eso no es suficiente.
No supongas jamás, y cuando digo jamás, es jamás, que conoces a alguien.
Porque, quizá, esa persona interprete un papel continuo. Que cada mañana se
levante y elija qué guión interpretar, como una buena actriz. Cada día
diferente. Nunca la misma.
Sin lugar a dudas lo encontrabas divertido,
pero dime ¿te habías parado a pensar que a mí no? ¿que buscaba una identidad
que no me dejabas alcanzar? Quería alejarme de ti, dejar de fingir sonrisas de
porcelana. Quería dejar de ser una actriz de teatro suburbano que aspira a ser
una estrella de Hollywood. Estaba cansada de intentar adaptarme a ti, a tus
gustos, los cuales jamás expusiste.
Ahora me río, porque me he percatado de que no
era más que una muñeca de plastilina a la que modelar a tu gusto. Pero se
acabó, aunque el daño ya está hecho, y aún no me he encontrado en el tablero de
ajedrez, que Alicia recorrió tras atravesar el espejo.
Es un texto rescatado de hace siglo y medio, pero llevo varios días intentando escribir y lo borro todo. Absolutamente todo. Nada de lo que escribo me gusta.

No hay comentarios:
Publicar un comentario
Suspira por aquí.